miércoles, 29 de abril de 2009

La máscara

La ciudad está enmascarada. La epidemia de influenza porcina nos ha obligado a salir con la nariz y boca bajo cubrebocas, pañuelos o mascarillas. Tal vez ahora es cuando más claramente vemos el rostro de la ciudad. 

En la mañana acudí a una panadería. Traía un paliacate que me cubría naríz y boca. Pensé en lo extraordinario de esa situación. Los últimos tres días he caminado por las calles, hecho el super, comprado el periódico, etc, con un paliacate cubriéndome el rostro, sin que nadie se asuste, y sin que la policía me intente arrestar por sospechoso. Me viene a la memoría una escena de la película  Amores Perros cuando dos de los personajes se preparan dentro de un choche destartalado para asaltar una farmacia. Ambos preparan medias para cubrirse el rostro y hablan sobre irse a vivir a Acapulco por la ventajas que tiene frente al D.F. en lo que ellos consideran calidad de vida, justo antes de ponerse la media que les cubrirá el rostro uno de ellos dice "ya no aguanto la inseguridad". 

En su libro "Manual mínimo del actor", Dario Fo dice: " . . . el interés en la máscara es porque es un extraordinario instrumento de síntesis. Y no sólo, también te obliga a huir de toda mistificacion. Decía Bernard Shaw: "Dale una máscara a un hipócrita para que se la ponga, y no sabrá mentir". Perfecto, la máscara te obliga a decir la verdad. ¿Por qué? Por que la máscara te borra el elemento fundamental con que se expresa toda místificación,  o sea la cara, con todas las expresiones que articulamos y usamos con soltura. Si borras la cara, te ves obligado a hablar un lenguaje sin cánones ni estreotipos fijos: el de las manos, los brazos, los dedos. Nadie tiene costumbre de mentir con el cuerpo. . . " 


1 comentario:

Master0 dijo...

Sí es cierto, tal como lo describes en tu artículo, el cubrebocas fué la máscara que descubrió nuestro verdadero rostro; hecho increíblemente dialéctico y surrealista. El rostro de la ciudad es, tal vez, una verdadera mentira.